La mayoría de los chicos que llegan al país esperan una oleada de experiencias, pero no todas ellas agradables. En México, pero también en Colombia, en Perú o en Ecuador, el comentario general dicta que el argentino es un “agrandado”. Soberbio, altanero y poco agradable para conocer. Sin embargo, la vivencia les cambia el panorama a los chicos que se atreven a quebrar los prejuicios y llegar hasta el sur.
“Allí se dice mucho de eso, en México, pero lo cierto es que la mayoría de las personas han sido de lo más amables. Y más aún en Córdoba. Mi padre, que estuvo casada con una mujer argentina, siempre me dijo que si iba al interior, vería que la gente es más amable. Y no se equivocó. Aunque tampoco tuve problemas en Buenos Aires, más allá de un robo típico en un hostal”, cuenta Jesús entusiasmado por desmentir aquello que traía previamente como preconcepción.
Julián suelta una picardía cuando se le consulta por su elección: “¿Por qué argentina?; ¿Y por qué no, eh?”, ríe. Es cierto que le negaron la visa a EEUU y no quería perder dinero, pero se ha enamorado del país. “Aquí me hice amigos, me siento cómodo y me quedo un buen tiempo. Yo digo: ‘Si subsisto en Buenos Aires, puedo hacerlo en cualquier lugar’. La gente me ha tratado bien y hay muchos colombianos además”, se divierte.
Fernanda es de las más pequeñas y su voz es calma y poco audible. Eligió venir al país desde su México natal porque todos suelen irse a EEUU o Europa, pero ella prefería algo más latinoamericano. “Y además es más caro para nosotros venir hasta aquí”, sorprende con su sinceridad.
“La gente ha sido de lo más amigable. Puedo decir que hoy mi mejor amiga es cordobesa, de Altagracia, y con ella vendré a encontrarme en dos años para viajar juntas por el sur de este país hermoso”, cuenta Fernanda, que estudia comercio internacional en el DF y eligió trabajar en hotelería “más por el viaje que otra cosa”.
Víctor es musculoso y retacón, de Tabasco, también en México. Cuenta que ya había venido al país por un torneo de fútbol infantil hace unos años. Hoy tiene 23 y ya no juega en el Pachuca como antes, pero quería venir a conocer más de este país que no le resultó “nada hostil” entonces ni ahora. Estudiante de Mercadotecnia en el DF, aprovechó el curso promovido por Ciudad Universitaria, que les brindó en sus oficinas un dictado de Marketing con un especialista, para sumar crédito y una experiencia destacada e internacional a su CV. Cada uno con sus motivos, como se ve.
Tanto le ha gustado que invita a cualquier argentino a su casa en Tabasco. “Allí me llaman eh, para lo que deseen”.
Bety es otra chica de México y su elección fue diferente, porque decidió trabajar en las oficinas de Ciudad Universitaria. Y es que, como explica y es común a todos los demás jóvenes, el objetivo es “viajar, experimentar, conocer otra cultura y volver enriquecido a casa”.